Las Piedras de Labradorita de Madagascar en forma de tumba son guardianas de los umbrales, símbolos del renacimiento y de la alquimia interior. Talladas en una forma que evoca el ciclo eterno de la vida, estas piedras representan la muerte de lo viejo y el despertar de lo nuevo, recordando que toda transformación comienza en el silencio profundo del alma.
La labradorita, con su resplandor iridiscente —una mezcla de azules, verdes, dorados y violetas que emergen desde la oscuridad—, es un mineral de protección y despertar espiritual. En esta forma ancestral, su energía se vuelve aún más introspectiva, ayudando a cerrar etapas, liberar apegos y abrir paso a la claridad interior. Es una piedra ideal para quienes se encuentran en procesos de cambio, sanación o búsqueda de propósito.
Procedente de Madagascar, donde la tierra conserva una vibración pura y potente, la labradorita actúa sobre el chakra del tercer ojo y el chakra corona, fortaleciendo la intuición y la conexión con los planos sutiles. Su energía protege el aura, limpia los miedos inconscientes y aporta una luz suave en los momentos de confusión o tránsito emocional.
Estas piezas, de entre 80 y 168 gramos, son únicas: algunas muestran un brillo azul profundo como un mar en calma, otras reflejos dorados o verdosos que parecen respirar luz propia. Pueden colocarse en altares, espacios de meditación o sobre el pecho durante momentos de reflexión y transformación interior. También sirven como guardianas de espacios, ayudando a mantener la energía limpia y serena.
La forma de tumba, lejos de ser lúgubre, representa el retorno al origen, la semilla que muere para volver a florecer. Es una piedra para quienes comprenden que la oscuridad no es el final, sino el comienzo de la verdadera luz.
Su mensaje ancestral vibra como un susurro entre mundos:
“Muere lo que ya no eres, y nacerá lo que siempre fuiste.”
































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