🎶 Hay veces en que la vida da un giro tan brusco que te deja en fuera de juego… literalmente. Eso le pasó a Julio Iglesias, que no nació con un micrófono en la mano, sino con un balón en los pies.
De joven, era portero en las categorías inferiores del Real Madrid. Tenía futuro en el fútbol y el camino despejado. Pero en 1963, un accidente de tráfico lo dejó semi-paralizado y le destrozó las aspiraciones deportivas. Imagina a un chico de 20 años, en la cama de un hospital, escuchando cómo su sueño se esfumaba.
Y aquí entra la magia: alguien le regaló una guitarra. Y Julio, mientras recuperaba la movilidad, empezó a rasgar las cuerdas, a componer y a cantar. Como quien busca terapia y acaba encontrando un destino. El fútbol le cerró la puerta, pero la música le abrió un estadio entero.
Lo demás es historia: ganador del Festival de Benidorm en 1968 con La vida sigue igual (una letra que sonaba a autobiografía adelantada), más de 300 millones de discos vendidos en 14 idiomas, y convertido en el cantante latino más internacional de todos los tiempos.
La enseñanza que deja Julio
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A veces los accidentes no son finales, sino desvíos hacia otro destino.
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Lo que parece pérdida puede transformarse en regalo.
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El talento no siempre está donde creemos: a veces hay que romperse para descubrirlo.
Julio no pudo ser guardameta del Real Madrid, pero acabó siendo guardameta de corazones: los del público que lo aplaude en todos los rincones del mundo.