Aquí no escribo yo.
Aquí escribe el mar.
Con su lengua de espuma, sus sílabas de sal y su gramática de olas.
Aquí se posa en mis manos una voz antigua y líquida
que no habla, sino que susurra.
Y no dicta, sino que recuerda.
Esta es la voz que emerge cuando el mundo calla.
La que se escucha más allá del sonido, en el centro del pecho,
cuando una gaviota parte el cielo y el horizonte se deshilacha en luz.
Son mensajes del océano interior,
palabras que no me pertenecen pero que me atraviesan,
como las mareas atraviesan la arena y la transforman.
Si has llegado hasta aquí,
quizás también sientes que el mar tiene algo que decirte.
Quizás esta voz también te nombra.