Tener una mascota en tu vida es un privilegio. Lo sabemos todas las personas que tenemos mascotas.
Cada persona suele escoger la mascota de acuerdo con sus posibilidades o su modo de vida. La gente que no tiene tiempo para ocuparse de ellos, suele elegir peces, reptiles o animales que no necesitan mucho tiempo de atención.
Es una opción, pero también es verdad que la interacción con estos animales es mucho más limitada y no proporcionan la misma satisfacción. Aunque hay casos sorprendentes, como peces que se acostumbran a subirse ligeramente sobre tus dedos cuando les das la comida, tortugas y otros reptiles que corren detrás de ti para pedirte comida, les gusta que se la des con la mano e, incluso, acuden a tu llamada. Hay conejos, hurones, cerditos y otros mamíferos que tienen un comportamiento más o menos afectuoso. Y Pájaros que comen de tu mano, se posan sobre tu hombro o sobre tu plato si les dejas.
Pero, es innegable que no hay nada como los gatos o los perros. Estos animales, introducidos en nuestros hogares desde tiempos inmemoriales, son, sin duda, nuestros mejores amigos.
Hay quien prefiere a los perros, los hay que prefieren a los gatos y algunos, entre los que me incluyo, que llegamos a tener un verdadero zoológico porque nos dejamos enamorar por cualquier animalillo y nos lo llevamos a casa.
¿Qué tiene más la gente en sus casas?
Pues resulta que, a pesar de que los gatos dan menos “trabajo” que los perros, la gente prefiere a los perros.
Los que más saben de estas estadísticas, son sin duda los fabricantes de comida y accesorios para el cuidado de animales. Aunque es cierto que aún hay muchas personas que no compran comida para sus animalitos, sino que les hacen la comida en la olla, igual que para ellas mismas, son las menos, pero aún quedan.
Pues los fabricantes de comida para mascotas, dicen que en los EEUU hay casi un 40% de personas que tienen al menos un perro, mientras que los gatos no llegan al 30%. Los norteamericanos prefieren los perros. En Europa, pasa al revés, pero además tenemos muchas menos mascotas en casa. Casi un 34% tienen gatos y no llega al 30% tienen perros.
En España, un 25% de hogares tienen perro, mientras que solo la mitad tienen gatos.
Está claro, los españoles somos más de perros que de gatos.
Y ¿tú? ¿eres más de gatos o de perros?
¿Porque la gente prefiere a los perros?
Es innegable que la gente prefiere a los perros. Primero, porque hay más gente que tiene perros que gatos, como te explicaba en otro artículo. Y, segundo, lo compruebo cada vez que recibo a alguien en casa. Mientras la mayoría de los visitantes, sienten una especial atracción por acariciar a mis perros (tampoco les queda otra porque van a buscarles), su actitud hacia los gatos es completamente diferente, admiran su belleza, pero no se lanzan a tocarlos. Parece que los gatos les provocan una especie de miedo.
Durante años he estado indagando si había una relación entre la personalidad y la preferencia por los perros o los gatos. Y he llegado a la conclusión de que así es.
Los perros, tienen una forma de expresión en su mirada que recuerdan mucho a los grandes ojos de los bebés humanos y nos provocan automáticamente una especial ternura. Además, si están bien adaptados, son muy expresivos, juguetones y cariñosos, tanto es así que, al cabo de un rato, han conquistado hasta a las personas más reacias. Cuántas veces no he oído: mira que yo no soy de acercarme a los perros, pero ¡éste es muy simpático! Al final les han conquistado.
Los gatos, sin embargo, no se lanzan, en general, a la conquista de los desconocidos. La mayoría, primero se esconden cuando entra un desconocido en casa y esperan un tiempo prudencial antes de reaparecer. Pero, los más valientes, no se esconden, pero no se acercan, observan al recién llegado desde la distancia y, solo cuando le han dado “el visto bueno” se acercan a darle “mimitos”. Los míos lo hacen, aunque se de otras personas que tienen gatos que nunca jamás se acercan a un desconocido, aunque pase en la casa varios días. Pero, lo que me resulta más curioso en mi experiencia con los gatos (y he tenido muchos) es que sólo se acercan a las personas a las que les gustan los gatos. Mientras los perros no discriminan y van a por el desconocido, le gusten o no los animales, los gatos parecen distinguir quien les va a aceptar y quién no.
Hay personas que eligen a los perros por su expresividad, su forma de dar cariño y porque el hecho de tener que sacarles, les permite hacer algo de ejercicio. Mientras otras eligen a los gatos, justamente, por lo contrario, porque no tienen que sacarlos a la calle, se acicalan solos, están siempre limpitos y con cambiarles el arenero y darles de comer, tienen un adorable compañero.
Pero, he observado también que las personas que prefieren los gatos, suelen ser más esotéricas o místicas que los que tienen perros. Y es que, los gatos son capaces de percibir cosas energéticas o invisibles con mucha más facilidad que los perros.
De toda la gente que he conocido o con la que he hablado, quienes prefieren los perros, suelen ser personas más extrovertidas, comunicativas y sociables, mientras que las que prefieren los gatos, son más introvertidas y tienen menos conocidos y más amistades escogidas y escasas.
¿Tu mascota es, entonces, el reflejo de tu personalidad?
Pues, igual si.
Por ejemplo: ¿dejas a tu mascota dormir en tu cama?
Te dejo dormir en mi cama
Esa es, sin duda, la impresión que tenemos los que dejamos dormir a nuestras mascotas en nuestra cama.
Que los perros y los gatos prefieren dormir con nosotros es un hecho comprobado. Pienso que, por una parte, es porque tú eres una especia de estufita para ellos. Por otra parte, una especie de sentido de protección mutua. Ellos te protegen a ti y tú a ellos. Muchos psicólogos humanos y de animales, opinan que ambos se sienten más relajados cuando duermen juntos.
Pero, lo más curioso es que los humanos tenemos la sensación de que ellos piensan que la cama es suya y que nos dejan dormir en ella.
Mis pastores alemanes nunca han dormido en mi cama. En primer lugar, porque son enormes y no me dejarían sitio, y, además son una fábrica de producir pelo. Pero, se sitúan estratégicamente a cada lado de la cama, cuando me voy a dormir y ahí están hasta que me levanto. Han permanecido constantemente a mi lado en momentos de enfermedad. Y así ha sido con todos los que he tenido a lo largo de los años.
Mis gatos, duermen conmigo. Todos los gatos que he tenido han dormido siempre conmigo y, en general, ellos ya estaban tumbados encima de la cama cuando yo me voy a meter. Así que tengo que hacerme sitio para poder entrar en la cama. Luego ellos se acurrucan alrededor y, siempre, cada uno en su sitio. Zeus, el más grande, cariñoso y caradura de mis gatos, espera a que me haya acomodado en la cama y después de ronronear y hacer ese movimiento como si mamara durante un rato, se tumba literalmente encima de mí. Ingrid, por el contrario, requiere un rato de caricias en la cabeza hasta ir a ocupar su lugar a los pies de la cama, aunque por la mañana la encuentro en la cabecera.
Cuando nos vamos a dormir antes de que Zeus haya llegado, ya que suele darse algún paseo nocturno, sube las escaleras maullando lastimeramente, como diciendo que no le hemos esperado y se sube en la cama requiriendo un tiempo más largo de mimitos antes de acomodarse.
Siempre he pensado que ellos pensaban que eran ellos quienes me dejaban dormir en su cama, pero eso me fue confirmado cuando llegó Sherlock. Este es una mezcla de Pinscher miniatura con bodeguero, al que adopté con 6 días de vida, debido a circunstancias especiales y lo crie a biberón. Aunque, al principio, le tenía en una cajita, bien calentito al lado de la cama y me tenía que levantar varias veces durante la noche a darle de comer porque era un tragón que no aguantaba nada, pronto, muy pronto, aprendió a escalar por la caja y la colcha y meterse dentro de la cama conmigo. Tal cual, éste no se ponía fuera, encima de la cama, sino que literalmente me lo encontraba en mis piernas. Intenté hacerle desistir por miedo a chafarlo mientras dormía, pero, sin éxito. Tantas veces lo devolvía a su caja otras tantas se subía él. Lo reconozco, me ablandó el corazón y se lo permití.
El problema vino, cuando, unos meses más tarde, era él quien se creía el dueño de la cama. Desde muy temprano, empezó a mostrar signos de dominancia extrema. Se impuso sobre los gatos, los pastores alemanes y, si me llego a dejar, sobre mí. Necesité de mucha paciencia y adiestramiento, para lograr que esta pulga de apenas un kilo en su momento, no se hiciera el dueño de la casa y de la cama. ¡Qué mal genio se gastaba el bicho!
Al final, ahora con 7 meses, sabe dónde está su sitio. Aunque aún muestra signos de dominancia al llegar a la cama. Ha logrado desplazar a los gatos de su sitio habitual y es él quien elige primero. Ya no duerme dentro de la cama, pero si le empujo cuando me voy a meter porque elige el centro de la cama y ya pesa 7Kg, se revuelve y gruñe y le debo mostrar quien manda.
Así que me pregunto: ¿de quién piensa éste que es la cama?
Evidentemente, suya, no hay duda.